6.9.04

Corsarios

Los hijos de puta nos sangran por la herida que más arde. Corsarios insaciables subidos al pedestal de la rabia. Ojos demasiado abiertos para mentes agotadas.
La fiesta viró y se volvió infierno. Y vos bien sabés de que se trata todo.
Mantienen el diente afilado. Sedientos, se babean en vapores de sollozo y se hunden en sus cuevas mugrientas escudados bajo el ala de su Madre, águila de infinita hambre que no duda en devorar al más irreverente de sus vástagos.
Nuevas palabras para canciones conocidas.
Monstruo angurriento que devora a sus propias crías y las vuelve a parir aún más feroces. Serpiente que envenena su propio culo. Pichones jugados a no poder volar.
Los bolches de papel de diario y servilleta de bar ven caer ángeles ensangrentados desde la caja, embotados para siempre en sus tazas de café.
Mientras, el viento aviva el fuego donde la fogata tiene que arder.
Hay lágrimas que se clavan en la piel.
Y es por eso que te miro con estos ojos.
Porque vivo en la tristeza es que quiero verte sonreír.