16.12.04

Esperanzas

Afuera el viento sopla frío y la cola se hace eterna. Lucio vuelve a mirar sus manos desnudas y las frota para que el rato sea más llevadero. Otros permanecen donde los encuentra la mañana, sin la moneda que los deje abordar el colectivo de la dignidad.
Desde el fondo, Carlos asoma la cabeza por el costado de la fila. La pequeña puerta marrón está a más de media cuadra. Abre la billetera andrajosa y mira con rabia la estampita de ese Jesús crucificado que de tanto mirar hacia abajo, pareciera que no quiere ver.