28.4.05

Vergel

Carlos era médico y guitarrero. Nunca le gustaron los pies descalzos sobre el asfalto, ni las panzas vacías. Por pensar distinto, lo encerraron para que no sea mala influencia, justo antes de que la noche se adueñara del cielo argentino durante ocho años.
Un día, hastiado de formaciones, trajes grises y paredes altas, imaginó un regalo para sus hijas. Juntó madera, pintura, tapas de envase de dulce de leche y muchas ganas. Con esos elementos, comenzó la construcción de una casa en miniatura.
La casa tenía varias habitaciones, como para albergar a toda una familia. El comedor era amplio e iluminado, lugar de reuniones, cantos y abrazos.Todo eso rodeado por un jardín que rebalsaba verdes y ponía alegres los ojos.
En ese jardín, Carlos imaginaba su libertad.