13.12.05

Crepúsculo

En un suspiro, se dio cuenta de que estaba sola.
Frotó sus manos, se miró al espejo y comenzó a recorrer una a una las arrugas que cubrían su rostro cansado.
Le habían dicho que al final del camino solía llegarse con los temores escondidos en el último recóndito rincón oscuro del alma, y al verse palpar los surcos tatuados por el paso del tiempo, no pudo más que recordar aquellas palabras.
Pero el miedo no es zonzo, y sabe bien cuando mostrar las uñas otra vez.
Ahora el pasado sólo llovizna. Aquella tormenta memoriosa se fue disipando junto con sus ansias de recordar.
Bajó la mirada. Los pasos, lentos, la llevaron por rincones que había olvidado. Todo entraba por los ojos y la abrazaba como despidiéndose.
Entonces, decidió recostarse y esperar hasta volverse tenue.
Y, por fin, se apagó.