29.3.05

Hoguera

Fuego a tu prisión
algo tentador
¡Fuego!

Sueños sin amor,
manos sin rebelión
¡Fuego!

Almas de dios
llenas de dolor
¡Fuego!

Jueces de tu pasión
cristos sin redención
¡Fuego!

18.3.05

El río de la mediocridad

Cuenta la historia que el hombre sólo atinó a dar dos pasos y luego volvió a su asiento con las ansias intactas. Y estancado en el río de la mediocridad, se quedó sentado viendo pasar los inviernos, hasta que la última hoja seca abandonó su tronco.
El hombre, sentado, lloró nuevamente todas sus miserias. Una a una aparecían y se clavaban bajo la piel arrugada, mientras la muerte volvía a pisarle los talones.
Y con el alma estrujada se fue ahogando en sus propias lágrimas, con la vena hinchada de tanto haber aguantado. Con la certeza sombría de haberle pasado por al lado a la vida.

14.3.05

¿Cuánto te pagan por izar la bandera?

Somos el miedo de los gobiernos que mienten en nombre de la verdad. El miedo del poder militar, económico y jurídico que impide la comunicación humana de pueblo a pueblo.
Somos el miedo de la soberanía de los piratas del mundo que mutilan el estado de ánimo e impiden las emociones reveladoras.
Somos el miedo del poder de los déspotas que reside en mecanismos impersonales. El miedo de las estructuras burocráticas que desalientan las conductas exploratorias. El miedo de las grandes fortunas que se robaron de los derechos naturales. El miedo de los centros de poder que amenazan con la destrucción total. El de esos varones sensatos y "prácticos" que desean dejar su huella en la historia y creen solamente en lo que pueden forzar y controlar.
Somos el miedo de quienes nos adiestran a ser corteses cuando alguna institución nos pisotea. El miedo de quienes temen a los cambios pues su status depende de la rutina y del tiempo de otras personas. El miedo de las tecnologías caprichosas que nos obligan a valorarlas adoptando siempre sus supuestos básicos.
Somos el viejísimo miedo agazapado en todos los rincones del Imperio y estamos encantados ¡encantados!


Carlos "Indio" Solari

8.3.05

El paso del tiempo

Extraña su boca, por besadora y habladora. Por ser capaz de cantar las más dulces melodías, y de gritar las más fieras broncas.
Extraña sus ojos, que miran y se dejan ver. Transparentes, sinceros. Capaces de reír, y de llorar, y de ambas cosas al unísono.

Extraña sus manos, suaves para acariciar, duras para dar pelea.

Extraño. Así se siente a veces frente al espejo. Con ojos que no dicen, boca que no grita, manos que no logran acariciar.

3.3.05

La decisión

Se levantó sonriendo, como casi ninguna mañana.
Se detuvo a mirarse en el espejo, poro por poro, sin dejar pasar el más mínimo detalle.
Abrió todas las persianas y ventanas, para que la luz del sol inunde el departamento que hasta hace pocas horas estaba inmerso en una oscuridad constante.
Se sirvió manjares, y frutas, y vinos, como los que hacía tiempo no disfrutaba.
Se puso su mejor vestido, recorrió cada rincón, se sentó en su silla preferida.
Inhaló profundo y exhaló fuertemente.
Y entonces sí, apretó el gatillo.